Jerome David Salinger
En este texto se relata la historia de un grupo de niños que asisten a una colonia y establecen una relación muy intima con el protagonista de la historia que su coordinador les relata todas las tardes. “El Jefe sólo subía al autobús cuando nos habíamos acomodado. A continuación se sentaba a horcajadas en su asiento de conductor, y con su voz de tenor atiplada pero melodiosa nos contaba un nuevo episodio de "El hombre que ríe". Una vez que empezaba su relato, nuestro interés jamás decaía. "El hombre que ríe" era la historia adecuada para un comanche. Hasta había alcanzado dimensiones clásicas. Era un cuento que tendía a desparramarse por todos lados, aunque seguía siendo esencialmente portátil”
El cuento es cronológico, aparenta ocurrir a lo largo de varios días, lo curioso de este relato es que es una historia dentro de otra historia. Se dan dos relatos muy importantes e imprescindibles el uno del otro. Por un lado esta “la realidad”, que se centra en la vida de los chicos que asisten todas las tardes a la colonia, niños de aproximadamente diez o doce años, cuya mayor dificultad que se les presenta es aceptar en el grupo (completamente integrado por varones) a la novia de su coordinador “el jefe”. “Durante las dos semanas siguientes, la foto-le hubiera sido impuesta al Jefe por la fuerza o no-continuó sobre el parabrisas. No desapareció con los paquetes vacíos de chicles ni con los palitos de caramelos. Pero los comanches nos fuimos acostumbrando a ella”.
Por otro lado, la historia de este monstruo convertido en héroe por los niños que se convierte en una especie de Robin Hood que vive en el bosque y tiene por amigos a los animales que viven en el mismo.
Estas dos historias se entremezclan cuando los niños dejan de ver a ese monstruo como tal para convertirlo en su héroe. A los niños no les interesa el aspecto físico del mismo, sino su interior, en el fondo estos niños desearían tener algún parentesco con dicho personaje. “En realidad, yo era el único descendiente legítimo del "hombre que ríe". En el club había veinticinco comanches -veinticinco legítimos herederos del "hombre que ríe"-todos circulando amenazadoramente, de incógnito por la ciudad, elevando a los ascensoristas a la categoría de enemigos potenciales, mascullando complejas pero precisas instrucciones en la oreja de los cocker spaniel, apuntando con el dedo índice, como un fusil, a la cabeza de los profesores de matemáticas. Y esperando, siempre esperando el momento para suscitar el terror y la admiración en el corazón del ciudadano común.”
Ambas historias se unen al final tras la separación repentina del entrenador con su novia, ese día tal vez casi inconscientemente, el jefe decide “matar” a este héroe sin tener en cuenta las consecuencias.
Los niños, tan seguros ante la presencia de este personaje, sienten que su mundo se derrumba al conocer la muerte de su héroe. Este duelo lleva a que el personaje de la historia ( el niño que la relata) vuelva a su casa enfermo de tristeza por dicho dolor. “Unos minutos más tarde, cuando bajé del autobús del Jefe, lo primero que vi fue un trozo de papel rojo que el viento agitaba contra la base de un farol de la calle. Parecía una máscara de pétalos de amapola. Llegué a casa con los dientes castañeteándome convulsivamente, y me dijeron que me fuera derecho a la cama.”
Creo que “La historia 2” del relato se centra en presentar la unión que los niños establecen con este hombre que ríe, que es tal que muchos llegan a sentir con mucho dolor la muerte de este personaje, como si el hombre realmente fuera real.
Noelia Santolini
En este texto se relata la historia de un grupo de niños que asisten a una colonia y establecen una relación muy intima con el protagonista de la historia que su coordinador les relata todas las tardes. “El Jefe sólo subía al autobús cuando nos habíamos acomodado. A continuación se sentaba a horcajadas en su asiento de conductor, y con su voz de tenor atiplada pero melodiosa nos contaba un nuevo episodio de "El hombre que ríe". Una vez que empezaba su relato, nuestro interés jamás decaía. "El hombre que ríe" era la historia adecuada para un comanche. Hasta había alcanzado dimensiones clásicas. Era un cuento que tendía a desparramarse por todos lados, aunque seguía siendo esencialmente portátil”
El cuento es cronológico, aparenta ocurrir a lo largo de varios días, lo curioso de este relato es que es una historia dentro de otra historia. Se dan dos relatos muy importantes e imprescindibles el uno del otro. Por un lado esta “la realidad”, que se centra en la vida de los chicos que asisten todas las tardes a la colonia, niños de aproximadamente diez o doce años, cuya mayor dificultad que se les presenta es aceptar en el grupo (completamente integrado por varones) a la novia de su coordinador “el jefe”. “Durante las dos semanas siguientes, la foto-le hubiera sido impuesta al Jefe por la fuerza o no-continuó sobre el parabrisas. No desapareció con los paquetes vacíos de chicles ni con los palitos de caramelos. Pero los comanches nos fuimos acostumbrando a ella”.
Por otro lado, la historia de este monstruo convertido en héroe por los niños que se convierte en una especie de Robin Hood que vive en el bosque y tiene por amigos a los animales que viven en el mismo.
Estas dos historias se entremezclan cuando los niños dejan de ver a ese monstruo como tal para convertirlo en su héroe. A los niños no les interesa el aspecto físico del mismo, sino su interior, en el fondo estos niños desearían tener algún parentesco con dicho personaje. “En realidad, yo era el único descendiente legítimo del "hombre que ríe". En el club había veinticinco comanches -veinticinco legítimos herederos del "hombre que ríe"-todos circulando amenazadoramente, de incógnito por la ciudad, elevando a los ascensoristas a la categoría de enemigos potenciales, mascullando complejas pero precisas instrucciones en la oreja de los cocker spaniel, apuntando con el dedo índice, como un fusil, a la cabeza de los profesores de matemáticas. Y esperando, siempre esperando el momento para suscitar el terror y la admiración en el corazón del ciudadano común.”
Ambas historias se unen al final tras la separación repentina del entrenador con su novia, ese día tal vez casi inconscientemente, el jefe decide “matar” a este héroe sin tener en cuenta las consecuencias.
Los niños, tan seguros ante la presencia de este personaje, sienten que su mundo se derrumba al conocer la muerte de su héroe. Este duelo lleva a que el personaje de la historia ( el niño que la relata) vuelva a su casa enfermo de tristeza por dicho dolor. “Unos minutos más tarde, cuando bajé del autobús del Jefe, lo primero que vi fue un trozo de papel rojo que el viento agitaba contra la base de un farol de la calle. Parecía una máscara de pétalos de amapola. Llegué a casa con los dientes castañeteándome convulsivamente, y me dijeron que me fuera derecho a la cama.”
Creo que “La historia 2” del relato se centra en presentar la unión que los niños establecen con este hombre que ríe, que es tal que muchos llegan a sentir con mucho dolor la muerte de este personaje, como si el hombre realmente fuera real.
Noelia Santolini
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